martes, 13 de mayo de 2008

Los paradigmas de la producción y su impacto en el mercado laboral

Todo cambio produce temor como reacción natural del ser humano ante lo inesperado, o ante la espectativa de obtener bien sea un resultado positivo o negativo. Si bien es cierto que la tan llamada Revolución Industrial dió paso a grandes avances a nivel científico, social, y económico, también es cierto que dichos avances han generado choques estratégicos ante viejas formas de concebir el mundo, y su adaptabilidad a él.
En el ámbito legal, el legislador al tratar de adaptar las leyes a una determinada realidad, busca satisfacer las necesidades de una sociedad en general, tal cual lo planteó Rosseau en su teoría del contrato social. Surgen entonces leyes para esclarecer los derechos y deberes que tendría un ciudadano común para con la sociedad.
En este caso, y muy específicamente en relación a las legislaciones laborales, éstas han buscado "satisfacer" las necesidades del trabajador (salarios, bonificaciones, vacaciones, jubilación, en pro de su seguridad laboral y social), solo que estas legislaciones se han limitado a objetivizar las relaciones patrón-obrero, descuidando el lado humano, y esto es, el día a día, que depende también de quien aplica la ley. De esto se hablaba cuando surgieron las leyes laborales en Inglaterra (1819) y las que surgieron sucesivamente en otros países verbigracia, Estados Unidos, a fin de deshechar la concepción de que el hombre era una máquina, dispuesta sólo a producir, y en consecuencia poder salvaguardar su integridad como ser humano. Sin embargo, aún cuando en la actualidad han surgido grandes avances científicos, se puede observar (en algunos casos) cómo algunos patronos explotan a sus obreros y/o empleados en búsqueda de satifacciones meramente personales, debido a que en países como México, Perú, y Venezuela -por mencionar algunos de América- estos cambios han sido asimilados de una forma más lenta.
Granell explica que dentro de las relaciones laborales existe una gran disparidad entre lo que un patrono, jefe, o gerente dice y lo que realmente hace. Se habla de participación, de adiestramiento, de derechos, de beneficios, y en realidad la conducta observada en lugares de trabajo son contrarias al discurso. Esta autora refiere que esta relación puede surgir producto de la negación de adaptar nuevas estrategias, nuevas tendencias de producción más participativas o consensuales, por temor a perder el control y el poder. (Exito gerencial y cultura, 2000).
En todo caso, se podría hablar de una cultura de pasividad o de temor para reclamar por derechos plenamente identificados en las leyes laborales, lo cual se debe al modelo de obedecer órdenes sin derecho a opinar (modelo de la producción en serie). Mucho se observa de empleados que no explanan sus necesidades, inquietudes o molestias por temor a ser despedidos; pareciera propio del siglo XVIII, pero sucede frecuentemente en empresas públicas o privadas.
En el artículo de Marlene Peñaloza acerca de los paradigmas de la producción y su impacto en el mercado laboral (2007), se explica el cambio de un paradigma a otro, en este caso, el de la producción en masa y el de la producción flexible (paradigma actual), el cual ha sido mal interpretado por ineficacia de los entes del Estado en proveer de empleos dignos ajustados a la realidad de los ciudadanos, y apegados a estas nuevas tendencias.
En tal sentido, estos paradigmas han obligado a la sociedad a adaptarse a estos cambios, y buscar la manera de sobrevivir; grandes empresas privadas que no garantizan al hombre beneficios más allá del monetario, personas que subemplean a otras, la competitividad que crece insesantemente ante el crecimiento de la economía, un sin fin de elementos que perjudican al ciudadano común, y donde el Estado no brinda las oportunidades suficientes para obtener un empleo estable, o con todos los beneficios que les confiere la ley, para que las personas que han sido afectadas por el impacto en el mercado laboral y sus consecuencias tengan una vejez protegida económicamente. Pero ¿hasta qué punto es perjudicado el hombre con este impacto? Muchos son los que han visto este cambio beneficioso para independizarse, crecer económicamante y tener los medios económicos suficientes para subsistir luego de un largo período de trabajo independiente; otros al contrario han catalogado estos cambios como un total probelma social y económico de pocas oportunidades para salir adelante. En realidad, todo es relativo.
Se cree que al menos en nuestro país (Venezuela) nuestra cultura no ha internalizado dichos cambios, y apenas nace en comparación a otras culturas, donde los sindicatos, y las huelgas o protestas originados por ellos tienen un efecto revelador y positivo. En tal sentido, no se niega el avance que se ha logrado con la promulgación de leyes, leyes que de más está decir, son casi perfectas, pero de orígen en su base totalmente foráneas. Como se mencionó, éstas se dirigen a hacer cumplir la jornada de trabajo, no a personas o su realidad, siendo contradictorio tratar de considerar aspectos subjetivos en leyes, pero si en políticas de control que hagan más eficiente el cumplimiento per se de dichas leyes.
En sí existen muchas contradicciones, y como diría Torres de Palencia (2002) en su libro Competencias Laborales: "el avance tecnológico ha significado la destrucción de empleos, y al mismo tiempo el surgimiento de otros...Esta situación define al mercado laboral desequilibrado, con un crecimiento constante del desempleo a lo largo del tiempo".
En conclusión, desde un enfoque humanista, las políticas creadas por el Estado para "proteger" a los trabajadores han sido ineficaces ante el boom poblacional que cada día exige más derechos; no es la tecnología, ni el hecho de buscar personal calificado para utilizar eficientemente nuevas estrategias para el trabajo y la producción. Es el lado humano que ha sido obviado por una cultura de poder. Si no se considera este aspecto tan fundamental, los efectos de la producción flexible donde sin querer se ha incluído la tercearización, y el subempleo, se va a generar aún más desempleo y déficit en el mercado de trabajo.

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